Bajo la misma luna...
Por: Ana M. Díaz López
Me encanta la luna, observarla, admirarla. Me invita a reflexionar sobre todo lo que
ocurre. Me hace recordar que todos vivimos en el mismo lugar, que somos
diferentes, pero tuvimos que aprender a vivir en un mismo espacio, pisando el
mismo suelo, cruzando las mismas calles, visitando las mismas tiendas,
disfrutando de los mismos eventos, o en mesas contiguas en algún restaurante.
Compartimos hasta las mismas enfermedades físicas y del alma. Nos pasamos engullendo las mismas verdades y
mentiras de la gente, de la prensa y de
las redes sociales, las analizamos basado en nuestros criterios, esos que, en
medio de nuestra coartada libertad, fuimos desarrollando. Así, reflexiono con
ella, la que ha sido testigo de todo.
Todo ocurre bajo el mismo cielo, bajo el mismo sol, bajo la misma luna, o sea, nos cubre el mismo techo y preferimos luchar para mantener en pie todo lo que nos separa. No aceptamos opiniones, no aceptamos el estilo de vida que llevan otras personas, nos gusta imponer, pero no que nos impongan, nos gusta aconsejar, pero no que nos aconsejen, nos gusta mentir, pero no que nos mientan, nos gusta decir verdades, pero no que nos las digan, nos gusta juzgar, pero no que nos juzguen… Así, nos separamos y enajenamos de la realidad de los otros, de las personas que habitan en nuestro mismo tiempo y espacio; vamos perdiendo la sensibilidad que nos queda. Mientras lloramos, se nos olvida que la luna, sin prejuicio alguno, cubre a quien nos hizo llorar, y también ha cubierto a quienes nosotros hemos hecho llorar. Deberíamos ser como ella, existir sin prejuicios.
¿Cuántas veces habrás contemplado la luna mientras tu verdugo también lo hace?
Y la luna lo ha visto todo… Ha vivido en todos los tiempos y ha iluminado las
noches más oscuras de nuestros días y me hace recordar esos eventos que iluminan
las noches oscuras de nuestro ser, esas buenas amistades, esas buenas ideas que
crecen súbitamente en nuestra mente, esos buenos momentos que nos hacen ver que
algunos eventos de nuestra vida, no son tan oscuros.
¿Por qué la luna me provoca sumergirme en estos pensamientos y no el sol?
Bueno, al sol ni siquiera puedo mirarlo fijamente, pero la luna, esa que ha
sido testigo de todo, sí me lo permite.
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¿Cuántas veces habrás contemplado la luna mientras tu verdugo también lo hace?...
ResponderBorrarUna gran pregunta... Una gran verdad. La noche nos cubre con su manto y la luna, a todos nos brinda su resplandor. Gracias a ti Ana, ahora veo ese astro desde otro punto de vista...