Algunas personas son como huracanes

Por: Ana M. Díaz López

     Se me ocurre que han existido personas en nuestras vidas que han sido como huracanes; en unas cuantas horas, se han llevado todo, hasta nuestra vida  si no la teníamos bien amarrada. Así son los huracanes,  arrasan con todo lo que  encuentran a su paso.  Cuando estos “huracanes” pasan, nos dejan un mar de escombros con los cuales debemos lidiar.

     En más de una ocasión alguien a quien hemos amado (o amamos todavía), ha pasado como un huracán y nos ha dejado hechos un desastre. Hay personas que tuvieron tan poco corazón alguna vez para pasar como un huracán sobre nuestros sueños, nuestros espacios, hicieron que soltáramos los sentimientos que teníamos protegidos, porque nos convencieron de que los días serían soleados y que siempre serían así. Nos hicieron pensar que las lluvias eran normales, pero que el sol siempre saldría y así, bajamos la guardia y olvidamos protegernos.

     Inicialmente, estas personas, nos muestran un panorama despejado. Repentinamente, aparece un disturbio en el radar que se intensifica y de una leve onda, continúa su ascenso inesperado, hasta que un huracán se nos dibuja ante nuestros ojos, un huracán que no habíamos pensado que llegaría. Para el momento en que aparece el AVISO DE HURACÁN, ahí estamos, sentados, absortos ante todo lo que ocurre, sin creerlo todavía y diciendo: “No va a pasar”.  Nos ponemos una venda en los ojos, en la mente y seguimos incrédulos ante una realidad, ¿por qué?: porque no estábamos preparados para este huracán, porque no sabemos cómo volver a proteger las cosas importantes como los sentimientos y todo lo que nos define, porque necesitábamos y necesitamos ayuda y no la buscamos, porque estamos tarde y no queremos admitirlo.  Así, finalmente, estas personas se llevan todo a su paso, sin mirar atrás, borrándote… despedazando todo y siguiendo su camino, sin importar lo que quedó atrás.

     Estos “huracanes” son inevitables en el clima en el que vivimos los seres humanos; por eso siempre hay que estar preparados y proteger lo valioso que nos define. Ahora bien, los huracanes siempre tienen algo bueno y es que aunque nos mueven y agitan hasta los huesos, terminan por dejar ciertas cosas más limpias y, al día siguiente, el cielo suele hasta lucir más claro que de costumbre. La ayuda llega hasta sin pedirla y si somos hábiles, notaremos que no nos queda mucho tiempo para llorar, porque hay que reconstruir, la vida continúa y, como dicen por ahí: “el tiempo es oro”.


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