Siempre existen dos lados


Por: Ana M. Díaz López

     No importa cuán delicada y frágil sea una situación, siempre existen dos lados, dos historias enteramente válidas y creíbles que explican una realidad. Existen dos versiones que el sentimiento y las lágrimas de las personas involucradas podrían contarte. Existen dos o más corazones lastimados por un evento que solo es visible a través del cristal con el cual elijamos mirar. La realidad es que cuando ocurre un desagradable suceso en el que dos o más personas salen lastimadas, casi siempre, ambas personas tienen parte de la culpa.

     La falta de empatía, el orgullo y los juegos mentales que nos dicen que tenemos la razón, se convierten en la raíz de un problema que con una disculpa mutua podría resolverse. Todo esto se debe a que nadie quiere asumir la responsabilidad de su culpa ante una situación. Creemos que tenemos razón y preferimos ser víctimas (sí, víctimas, aunque no nos guste la palabra). ¿Sabes por qué? Porque pedir perdón es difícil, porque cuando único somos capaces de pedir perdón es cuando aceptamos que fallamos. Nos damos cuenta que lastimamos con nuestras palabras, acciones y hasta con nuestros silencios. Darnos cuenta de esto significa que estamos equivocados y nuestro orgullo no nos permite admitirlo.

     Si hay algo con lo que los seres humanos no hemos aprendido a lidiar es con la culpa, optamos por culpar a alguien más de nuestras malas decisiones, acciones, palabras y actitudes. En ocasiones, cuando ya aprendemos, un poquito, a lidiar con la culpa, aprendemos a disculparnos. Si fue algo sencillo, la disculpa no nos duele, si fue algo grande, esa sí nos duele, porque no tener la razón, esa que defendimos a capa y espada en medio de un coraje, duele.

     No es falso cuando nos dicen que pedir perdón es de valientes. Realmente, si alguien nos pide disculpas y aún deseamos a esa persona en nuestras vidas, deberíamos, si es pertinente, responderle asumiendo nuestra parte. Decir: “Te perdono”, tampoco es fácil, toma tiempo, es mejor asumir parte de la culpa y dejar que el tiempo se encargue de sanar la herida. Recuerda que quien pide perdón también tendrá una herida que sanar.

     Un par de aspectos que debemos tomar en consideración respecto a este tema:

        No todas las personas son sinceras cuando se disculpan. De hecho, creo que, alguna vez, ni siquiera nosotros hemos sido sinceros cuando nos hemos disculpado. Respecto a este punto, solo te diré: “Tú te conoces, tú sabes quienes te rodean”.

    
               No todas las personas se disculpan de la misma manera, ni de la forma que esperamos... Sé observador(a).

               Si alguien te culpa de todo, todo el tiempo, preocúpate. Puede tener  la razón y tú necesitas estudiarte o puede no tener razón y tú creerlo porque tu autoestima no está en sus mejores  niveles, reflexiona.   

               La existencia del perdón NO nos da el derecho, ni a nosotros ni a nadie, de andar por la vida lastimando a las personas.
  
     Por mi parte, en este momento de mi vida (porque creo que no siempre fui así), respeto la valentía de quien se disculpa y no me atrevería a aprovechar ese momento de valentía para humillar, puedo seguir enojada, pero no humillar.  Me respeto más cuando soy capaz de admitir mis errores, porque si lo hago, es que sentí el dolor o la tristeza que provoqué;  me respeto aún más cuando perdono a alguien, porque significa que abogo por la paz, por mi paz.


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