No le “pongas un sello”

Por: Ana M. Díaz López

“Etiquetamos y encasillamos, metiendo
 a la fuerza a los individuos e, incluso,
 a las naciones, en pequeñas ranuras.
¡Nos obsesiona tanto relacionarnos con
las personas en esas cajitas, que nunca
llegamos a verlas como individuos
 únicos de gran valor y destino!”
Greg Anderson
 Las 22 leyes del bienestar

      No es justo que vayamos por la vida etiquetando, rotulando, poniéndoles un sello a las personas.  Ponerles sellos a las personas, se nos ha vuelto costumbre. Juzgar a otras personas, se nos ha vuelto un hábito. Les ponemos un sellito: al católico, al adventista, al pentecostal, al luterano, al ateo, a cualquier político o partido, al rico, al pobre, al gay,  al reguetonero, al rockero, a los que viven aquí o allá, en fin, puedo seguir y no sé si acabaría.  De acuerdo al lugar en dónde nacimos, nos van creando una imagen de las personas y del mundo que no necesariamente es la adecuada. Muchas vivencias nos van educando muy bien en el arte de “poner sellos”; creo que pasamos por tres escuelas en torno a este tema. 

     La primera  es  la Escuela del  Hogar. Quienes nos criaron, tal vez, criticaban a un tipo de persona o grupo, es probable que nosotros también critiquemos a este tipo de personas o grupo.  La segunda escuela por la que pasamos es la Escuela de la Comunidad. Vamos creando una idea sobre cómo debe ser la sociedad basándonos en las costumbres del lugar en donde nos tocó vivir. La tercera escuela por la que pasamos (y estamos pasando) es la Escuela de la Vida.  La menciono en tercer lugar porque no es hasta que tomamos conciencia sobre todo lo que podemos aprender de ella que  la tomamos en serio. En esta escuela conocimos personas que no pensaban como nosotros y tuvimos que aprender a defender nuestras ideas, conocimos personas a quienes las educaron para rechazar a gente como nosotros y cruelmente nos los dejaron saber, entonces tuvimos que pintarnos de amor propio y enseñarles a los demás que debían respetarnos y así,  nosotros,  también aprendimos a respetar.  Asimismo, la vida nos continúa enseñando que no siempre podemos tener la razón, que podemos cambiar de ideas y que las personas no siempre piensan o pensarán como nosotros y eso tendremos que aceptarlo. Aunque pareciera que cada experiencia vivida nos hace más tolerantes a las diferencias, no siempre ocurre así.

     Si hay algo realmente difícil en este planeta es entender a otros seres humanos. Somos inmensamente valientes cuando amamos alguien tan diferente a nosotros, y con esto me refiero tanto a un familiar o amigo o  hasta  una pareja. Somos valientes porque rompemos con ideas, evitamos los sellos y, aunque en un futuro volvamos a etiquetar a esa persona, saber que por un tiempo no lo hicimos, significa que tenemos la esperanza de ser mejores. Aprendamos a ver a las personas tal y como son; aceptarlas no siempre significa que estemos de acuerdo, significa que las respetamos.
               

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